NO SE PUEDE COMPARAR A FIDEL CASTRO CON NINGÚN “SOCIALISTA DEL SIGLO XXI”,…
ORDENÓ AL FUSILAMIENTO DE SUS MEJORES COLABORADORES MILITARES, INCLUSIVE EL DE
SU GRAN AMIGO, ARNALDO OCHOA, POR HABER “TRAICIONADO LA REVOLUCIÓN” AL
INVOLUCRARSE EN EL NARCOTRÁFICO.
El Consejo de Estado cubano, que preside Fidel Castro, será la instancia
política legalmente facultada para conmutar o confirmar las cuatro sentencias
de muerte dictadas ayer por un tribunal militar contra cuatro de los
principales miembros de las fuerzas armadas y del Ministerio del Interior
acusados de trasegar por Cuba seis toneladas de cocaína del cártel de Medellín.
El fiscal del juicio sumarísimo, Juan Escalona, general y ministro de Justicia,
pidió siete penas capitales.
El general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio la
Guardia, el mayor Amado Padrón y el capitán Jorge Valdés, expulsados
deshonrosamente del Ejército y despojados de sus condecoraciones, caminan hacia
el paredón de fusilamiento. La Sala de lo Militar del Tribunal Supremo se
reunió ayer para conocer sobre el recurso de apelación que, de oficio, se
interpone contra la sentencia del tribunal militar especial de la causa número
1 de 1989, aunque no es previsible una modificación del veredicto. El fallo del
tribunal castrense establece la pena máxima para quien fuera héroe de la
República, general Arnaldo Ochoa Sánchez, y su ayudante de campo, capitán Jorge
Martínez Valdés, emisario del jefe militar en el encuentro con el
narcotraficante colombiano Pablo Escobar. Antonio la Guardia Font, coronel del
clandestino departamento MC del Ministerio del Interior, y el mayor Amado
Padrón, ejecutor de las 19 operaciones de narcotráfico efectuadas entre 1987 y
1989, cuatro fracasadas, acompañan a Ochoa y Martínez en la celda de la muerte.
El tribunal desestimó la pena capital pedida por el fiscal contra Antonio
Sánchez Lago y Eduardo Díaz, oficiales de Interior, que han sido condenados a
30 años.
El general Patricio de la Guardia, que fue jefe del Estado Mayor del
ministerio, y responsable de este departamento en la guerra de Angola, fue
sentenciado a otros 30 años por complicidad con el grupo que acordó los
negocios con Pablo Escobar, aunque no participó en su ejecución. Los militares
del tribunal aumentaron la condena en un solo caso: el del capitán Miguel No,
para quien el fiscal pidió 25 años. El veredicto aumentó en cinco años la
sanción a este oficial, cuya declaración en la vista oral fue interrumpida por
un ataque de nervios que obligó a su retirada del estrado por dos médicos
castrenses. La capitana Rosa María Abierno y el oficial Alexis Lago Arocha
deberán cumplir igual período de reclusión.
Luis Pineda Bermúdez, Gabriel Prendes
y Leonel Estévez Soto, miembros
todos del departamento creado por el Gobierno para burlar el bloqueo comercial
de Estados Unidos a Cuba, y subordinados del mayor Amado Padrón, fueron
sentenciados a 25 años de prisión. El coronel Antonio Rodríguez Estupiñán,
ayudante de campo de Ochoa, recibió la condena más leve: 10 años de cárcel.
El fiscal Escalona, cuyos argumentos contra los cuatro principales
condenados ha aceptado la sentencia militar, atribuyó a éstos un delito de alta
traición, y lesiones graves al "prestigio de la Revolución y su
credibilidad internacional". El general Ochoa, quien anunció que su último
pensamiento ante el pelotón de fusilamiento sería para Fidel Castro, fue
presentado ante la opinión pública como reo de un "enorme crimen" al
haber comisionado al capitán Martínez para entrevistarse con Pablo Escobar.
¿Qué hubiera significado -se preguntó el fiscal- que el ayudante de Ochoa,
uno de los más prestigiosos y relevantes jefes militares cubanos, jefe en esos
instantes de la misión militar cubana en Angola, hubiera caído en manos del
enemigo? ¿Cómo hubiéramos entonces desmentido y probado la inocencia de la
Revolución? ¿Con qué argumentos, con cuáles pruebas?
Antonio de la Guardia fue considerado por el tribunal militar como el
principal responsable de haber involucrado a Cuba en el narcotráfico,
amparándose en la confianza y poderes depositados en él por el mando para
dirigir un departamento cuya misión fue trasladar a Cuba equipos de alta
tecnología, información científico-técnica, medicinas o cualquier equipo que se
estimase valioso para el país. "Tony la Guardia aprovechó sus conocimientos,
su preparación para realizar actividades especiales, para realizar sus
fechorías. Difícilmente hayan contado los narcotraficantes con semejantes
ventajas y con semejantes recursos".
Los cuatro militares que traicionaron la revolución de Fidel Castro fueron
ejecutados ayer, al amanecer de una mañana radiante, en algún lugar de La
Habana. Cuando la emisora Radio Rebelde transmitió, poco antes de las nueve de
la mañana (media tarde en España), las primeras noticias sobre el cumplimiento
de la sentencia contra los condenados (entre ellos, el multicondecorado general
Arnaldo Ochoa) por narcotráfico y otros delitos contra el Estado, la ciudad
apenas se desperezaba de una noche larga y calurosa.
El diario oficial Gramma, que, como
era obligado, incluyó en su primera página las cuatro líneas en que informaba
de la ejecución de la sentencia, salió ayer con retraso, por lo que fueron las
emisoras las que hicieron enmudecer a la gente. Todo el mundo esperaba la
noticia, pero hasta ese momento no comprendieron que los cuatros rostros que
les habían robado el sueño después de largas sesiones del juicio televisado
habían dejado de existir. El general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio de la
Guardia, el mayor Amado Padrón y el capitán Jorge Martínez murieron por
fusilamiento en un recinto militar, a cargo de una unidad de las fuerzas
armadas revolucionarias. El oficial al mando del pelotón procedió después a
disparar el tiro de gracia. La información oficial distribuida no precisa la
hora exacta ni otras circunstancias del suceso. Y, por supuesto, no se sabe si
el último pensamiento de Ochoa ante el paredón fue para Fidel, como él mismo
había prometido durante su intervención en el tribunal de honor.