miércoles, 23 de mayo de 2012

A UNA MADRE RAMERA.


A UNA MADRE RAMERA.
Por: Efraín Alatriste.

Sin querer oír siquiera,
este diálogo escuchaba,
de una hija que culpaba,
a su Madre, de ramera.
Tu, la mozuela le dijo,
has manchado nuestro nombre,
rodando de hombre en hombre,
por la pendiente del vicio.
Me avergüenza tu presencia,
me subleva tu descaro,
Justo Tu, que fuiste el faro,
de mi mísera existencia.
No digas que eres mi Madre,
no me amargues mas la vida,
tu vergüenza está perdida,
si lo supiera mi padre.

Cuando paso por la acera,
toda la gente me evita,
y si no, también me grita,
“Tu madre es una ramera”,
hay veces en que quisiera,
no existir, no haber nacido,
no conocerte siquiera
y nunca haberte querido.

Mejor cállate hija mía,
tus palabras son puñales,
no acrecientes mas mis males,
no me juzgues tan impía.
Es cierto lo que tu dices,
soy ramera,…no por vicio,
es de mi vida el suplicio
y tu aparte me maldices.

Tu padre, ese padre tuyo,
a quien, puro tu mente halla,
conmigo fue ruin, canalla,
fue el verdugo de mi orgullo,
él destruyó mi pureza,
mis ilusiones, mi vida,
por su culpa soy perdida
y me embarga la tristeza.
El me abandonó a mi suerte,
cuando al mundo tu  viniste,
y me dejó sola y triste,
sola, deseando la muerte.
Mas de pronto oí tu llanto,
pidiéndome de comer,
y sin saber lo que hacer,
me invadió duda y espanto.
En vano busqué trabajo,
y limosna supliqué,
a veces hasta robé
y luego caí mas bajo.
Y nadie se me acercó,
por afecto verdadero,
y quien me dio su dinero,
a cambio me envileció.

Y de qué sirvió mancharme,
si hoy me desprecias y humillas,
te lo juro de rodillas,
que esta pena va a matarme.
Es cierto que yo pequé,
mas fue por tu hambre y la mía,
y por la cruel cobardía
de aquel a quien tanto amé.
Tu padre manchó mi honor,
y nadie, ni Tú me escucha,
cierto que mi mancha es mucha,
pero es mas grande mi amor.

Yo te perdono hija mía,
ya nada mi vida espera,
pero recuerda, si un día,
el pesar te desespera,
que tu Madre, aunque RAMERA,
por ti la vida daría.

Y yo que estaba escuchando,
sentí dolor por la pena,
de aquella mujer tan buena,
y me retiré,…llorando.

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