La educación ecuatoriana, desatendida al
máximo por los gobiernos de turno, se desenvolvió en la peor crisis, ya en
construcciones escolares, como en los sueldos miserables que por siempre se
entregaba a los profesores; ni en las
cabeceras cantonales, se contaba con una mayoría de profesionales de la
educación, que no pasaban de Bachilleres en Ciencias de la Educación, egresados
del Rita Lecumberry de Guayaquil o del Juan Montalvo de Quito, pero tenían que
ser esos bachilleres nativos de la Ciudad, los de Guayaquil y Quito, no se iban
a desplazar a otras latitudes por un sueldo que sólo alcanzaba para subsistir;
el resto del magisterio era cubierto con personas de buena voluntad, dispuestas
a trabajar por ese sueldo miserable, “bien rogadas”, en gran número sin título;
los bachilleres en Humanidades Modernas, como se los llamaba en ese entonces,
aupados por los Consejos Directivos de los Colegios, pasaban a ser “Profesores
Secundarios”, que “sacaban pecho” ante los “profesores de escuela”; sin
embargo, esa gente es la que formó a generaciones, con contenidos para la vida
práctica y con valores como: orden, respeto, capacidad, puntualidad, honradez;
cuándo se iba ha escuchar en aquellos tiempos: “ese profesor cobra dinero por
pase de año”, “ese profesor es chantajista sexual”, “ese profesor ni llega a
dar clases”, JAMÁS.
Para llenar ese vacío, estuvo la mano de
Don Enrique Suárez Pimentel, UN MAESTRO en toda la extensión de la palabra, Esmeraldeño,
Rector del entonces Normal Rural Zoila Ugarte de Landívar de Santa Rosa, que
junto a: Guillermina Unda de García (+), Celina García de Urdiales (+), Víctor
Feijoo Granda (+), Francisco Jiménez (+), Rosa Ocampo (+), Herman Bravo
Castillo (+), Víctor Emilio Córdova,
José Granda, Armando Díaz, Rina Cabrera de Bravo, lo convirtieron en Colegio Normal, que pasó a
ser la “Fabrica de Profesores”, Bachilleres en Ciencias de la Educación,
maestros de vocación, que indudablemente llegaron a mejorar la Enseñanza Aprendizaje
en nuestra querida provincia de El Oro.
Esos son los tiempos que no los vivió el
Presidente de la República y que el Ministro de Educación de propósito los
ignora, de allí que, injustificadamente, se sigue arremetiendo contra el
magisterio, pretendiendo culparlo de la situación en la que se debate la
educación, cuando el profesor tuvo que ser hasta: barredor, pintor, carpintero,
albañil, mendigo de materiales para adecentar su “escuelita”, ignorada por los
poderes centrales. “Nadie sabe el mal de la olla, sólo la cuchara”, decía mi
difunto Padre, actitudes como las del Presidente y su Ministro de Educación,
son reprochables desde todo punto de vista, personalmente las rechazo de plano.
Ahora, con disposiciones como: “Ningún
alumno pierde año”, “Es obligación del profesor nivelar a su alumnos”, mas los
“Derechos del niño y el adolescente” y “Los Alcahuetes del niño”, cómo van a
llegar a la “Excelencia Educativa” que aspiran.
Formen Comisiones Calificadoras que
evalúen a los estudiantes que son la obra del profesor, desde Primero de Básica
hasta Tercero de Bachillerato, si no han aprendido lo que estaba programado,
SANCIONEN AL PROFESOR, pero esos alumnos, no pueden ir al año inmediato
superior, el o los profesores de ese nuevo año, son sólo profesores, NO HACEN
MILAGROS: sin embargo, son quienes sufren las consecuentes críticas. Señor
Ministro de Educación, “Una cosa es cacarear y otra cosa es poner huevos”, es
fácil, sumamente fácil, disponer desde un escritorio, en cómoda oficina, con
aire acondicionado y calefacción, y otra, muy diferente, es estar frente a los
estudiantes; hace falta PRÁCTICA, no tanta TEORÍA y PALABRERÍAS INOFICIOSAS o
cambios de nombre a los pasos de la lección, dándoselas de muy Didáctas.
May 16/2010
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